miércoles, 11 de marzo de 2009

basura pre-examen

2006.11.24
Érase una vez un siete. De esos sietes que tienen la espalda curva y una línea horizontal cruzándoles medio pecho. Este siete se encontraba muy feliz dentro de una celda del diagrama del método húngaro para el problema de asignación de trabajos en la hoja rayada del cuaderno
sobre el cual yo, esta mañana, estudiaba para mi examen.
El siete me hacía feliz porque es un número muy bien parecido y que me sale derechito la mayoría de las veces.
Pero entonces apareció un ocho en la celda de la derecha. Un ocho feo, horrible, espantoso. De esos que se creen bien flacos y se aprietan la panzota con un cinto
hasta que ya no lo aguantan más y lo revientan, entonces se convierten en ceros, osea nulos - ya no valen porque fueron demasiado vanidosos en un principio.
Ese ocho era el número más grande de la fila, y como yo estaba haciendo maximización de utilidades, entonces había que circular al ocho y, ni modo, restarle a ocho los números de las demás celdas de la columna.
Así que mi bonito siete se convirtió en uno.
Los unos son pobrecitos porque están solos, y no me gustan.
Pero este uno sí me gustó porque me recuerda al uno que no está solo porque lo acompañan dos ochos bien auténticos (osea ceros) y que formarán el cien que me voy a sacar en mi examen.

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