miércoles, 11 de agosto de 2021

Había una vez una persona con sueño

 

Se le cerraban los ojos, le zumbaban los oídos, y aún mientras sus dedos siguieran tecleando sinsentidos corporativos en horas de trabajo, su cerebro empezaba el shutdown de quien yace sobre lino y embalsamado en aceite de lavanda se baja el antifaz de seda y se deja llevar por las nubes de Oniria. No había marcha atrás una vez que posaba su mano bajo su barbilla para disimular el cabeceo. Abría en pantalla algún texto muy lleno de letras, se recolocaba dando la espalda a sus compañeros de oficina, elevaba una silenciosa oración a Morfeo para que no se le saliera un ronquido. Será que ingerí mucha azúcar en el desayuno, pensaba, aletargada. Intentaba hacer el propósito de modificar su dieta en el futuro, pero lo hacía levemente porque la seriedad es hermana de la claridad, y a ésta ya la había dejado atrás, en la tierra de los asalariados.

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